sábado, 14 de junio de 2014

Yemen - arquitectura









El país del Yemen está situado en el extremo sur de la península arábiga, recientemente abierto al mundo, los hospitalarios habitantes del Yemen ven con una mezcla de curiosidad y sentido del humor la creciente invasión de visitantes extranjeros que recorren este bellísimo rincón antaño llamado Arabia Felix, epíteto que ponderaba el verdor de sus montañas por contraposición a la sequedad y los rigores de los desiertos de Arabia.



Sus principales ciudades son la capital administrativa Saná, con un millón y pico de habitantes, y Adén, ex-capital del antiguo Yemen del Sur y el más activo centro económico del país, que no llega al medio millón, seguidas de Taizz y Al-Hudayda. 



Hay quienes dicen que todos los habitantes del Yemen son arquitectos, y, a decir verdad, no les falta algo de razón. La arquitectura del Yemen tiene un sabor único, resultado de la aplicación de técnicas constructivas basadas en una tradición antiquísima que se ha mantenido a lo largo de los siglos con pocas variaciones y que ha creado entornos urbanos de una belleza subyugante, sin perder por ello su carácter popular.



La impresionante arquitectura de Yemen data de hace más de 400 años, sin embargo, muy poco se sabe de este país de la Peninsula Arabica. Las construcciones se sitúan en una compleja geografía (alturas sobre 2300m) y  un caluroso clima de una forma aparentemente precaria, pero su emplazamiento y respuesta al entorno da cuenta de los grandes conocimientos ingenieriles de un modo que podría fácilmente competir con Europa en su tiempo. 



Mientras en Yemen se construían edificios de muchos pisos y alturas, en Europa luchaban por lograr más de dos. A primera vista puede parecer una ciudad laberíntica y complicada, pero una vez dentro de ella te permite ser partícipe de una cultura que está libre de influencias modernas y occidentales.



Las casas de los pueblos de montaña no sufren de vértigo. Se asoman imprudentemente hasta el mismo borde del abismo y muchas veces no se sabe dónde acaba el acantilado de piedra y donde empieza la construcción de sillar. Al utilizar materiales locales, la integración con la naturaleza circundante es total. No hay diferencia entre el color de las casas y el de los roquedos sobre los que se asientan. Los perfiles de los pueblos, vistos de lejos, parecen peñascos entre peñascos. 



Un pueblo típico del Yemen se compone de un apretado conglomerado de casas construidas muy juntas entre sí, pero ensambladas unas a otras con gran armonía y sentido de la proporción, donde los añadidos modernos no desentonan de las edificaciones primitivas. Algunos pueblos constituyen de hecho auténticas reliquias de asentamientos antiguos más prósperos. 



Las casas han experimentado incontables remodelaciones a lo largo del tiempo, creciendo en altura, renovando constantemente, con gran sensibilidad estética, la decoración de sus fachadas, pero manteniendo a pesar de las transformaciones una personalidad puramente yemení, donde carece de sentido distinguir si las edificaciones son antiguas o modernas, porque son ambas cosas a la vez. 



Debido quizá a los continuos conflictos tribales que han caracterizado su historia, las viviendas adoptan una estructura tendente a la verticalidad, en forma de casas-torres de gran altura, fácilmente defendibles en caso de ataques. A su vez los edificios parecen integrarse en una planificación de conjunto, como si sus constructores poseyeran un sentido innato de la arquitectura y del urbanismo.



El arte arquitectónico del Yemen ha absorbido influencias artísticas de otros países, como Arabia Saudí, Etiopía, Egipto, Turquía, Irán e incluso la India, pero las ha desarrollado libremente de un modo propio hasta configurar un estilo autóctono muy original e imaginativo, que no se parece a ningún otro, empleando para ello las materias primas locales disponibles en cada región: piedra, adobe, ladrillo y madera.



Palacio Dar al-Hajar

Al noroeste de Saná se abre entre los farallones rocosos tallados por un río el bucólico valle de Wadi Dhahr. En un paraje salpicado de diminutas aldeas de casas de adobe rodeadas de vegetación destaca, dominando el valle, el palacio llamado Dar al-Hajar, un edificio de varios pisos que se yergue sobre la punta de un afilado peñasco. Construido en 1786 por el imán Mansur Ali Bin Mahdi Abbas, este célebre complejo palaciego constituye un ejemplar muy representativo de la arquitectura clásica yemení. En los años treinta del siglo XX fue utilizado como residencia de verano por el imán Yahya Hamid al Din.



Palacio Dar al-Hajar - otra vista



Palacio Dar al-Hajar - otra vista



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Shibam del Hadramaut ( clicar )

En las tierras montañosas, la casa típica está construida en piedra o ladrillo, cimentada a veces de forma inverosímil sobre las más accidentadas escarpaduras y con una altura de tres a cinco pisos; mientras que en la planicie de la Tihama o en el valle de Hadramaut las casas son de adobe, llegando a alcanzar en Shibam del Hadramaut hasta ocho pisos de altura, verdaderos rascacielos en barro. 



Casa-torre en WadiDhar

Las casas-torre, aunque increíblemente diversas en su decoración externa, cuyo estilo varía también de un pueblo a otro, mantienen una misma estructura general interna. La planta baja se dedica a establos para ganado y almacenes. Una escalera permite el acceso a los pisos superiores, y pueden tener hasta nueve pisos. Existe por lo general una gran estancia común, el diwan, reservada para fiestas y reuniones familiares. El último piso de la torre suele ser el mafraj, una amplia sala para recibir visitas, reservada a los hombres, provista de alfombras, divanes y almohadones para tomar cómodamente el té o compartir un manojo de qat, y desde cuyas ventanas, decoradas con vidrieras multicolores, se disfruta de la brisa de la tarde y de magníficas panorámicas. La escasez de lluvias posibilita rematar el edificio con una azotea, en lugar de un tejado.



  Minaretes de la mezquita Al-Ashrafiya en Taizz

Mención aparte merece la arquitectura religiosa, que se concreta sobre todo en las mezquitas (santuarios en que se congregan los musulmanes para la oración) y en las medersas (o centros de enseñanza de la teología islámica). El elemento más distintivo del estilo yemení de estos edificios radica en los minaretes (o alminares), torres tubulares empleadas por el almuédano (o muezzin) para llamar a los fieles a la oración: levantado sobre una alta base cuadrada, el tramo intermedio del minarete suele adoptar una planta poligonal, y el tramo más alto suele ser cilíndrico. 



Mezquita en Zabid

Las blancas mezquitas encaladas refulgen en medio de los ocres y los grises de la ciudad, y apuntan hacia el cielo sus afilados minaretes desde donde cinco veces al día los almuédanos recuerdan a los ciudadanos que es la hora de la oración.



Mezquita



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Las puertas son en la mayoría de los casos de madera tallada con una fina labor de marquetería. 
Incluso algunas de las cerraduras son de madera.



Algunas puertas exhiben labrada en sus hojas la estrella de David, lo que delata que los propietarios de las viviendas son (o eran) judíos.







Si las observamos con detenimiento, comprobaremos que no hay dos ventanas iguales. Las hay cuadradas, redondas, ojivales, geminadas, de medio punto... Muchas están enmarcadas con ornamentaciones de yeso, otras cubiertas con celosías de madera o de mampostería, otras coronadas con elaboradas vidrieras semicirculares, llamadas tajrim.






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